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Zaida Muxi: “Hay una gran diferencia en el uso de las ciudades entre hombres y mujeres”

La arquitecta, argentina y con residencia en Barcelona, es referente en urbanismo con perspectiva de género. En su nuevo libro aporta miradas para tener ciudades más igualitarias.

Las calles por las que pasamos a diario, los espacios que compartimos, esa ruta en transporte público que sabemos de memoria y el tiempo que dedicamos a llegar a lugares. Todo esto viene repensando desde hace años la arquitecta, urbanista y docente Zaida Muxi, que replantea el concepto de ciudad desde una perspectiva de género. En su último libro, “Mujeres casas y ciudades. Más allá del umbral”, Muxi invita a traspasar los límites binarios -hombre/mujer- y a transformar la idea de lo público. ¿Por qué una ciudad debería ser proyectada con mirada de género?

-En el libro planteás de entrada tu visión: “Mujeres , casas y ciudades. Más allá del umbral”, ¿de qué umbral se trata?

-Es un doble sentido. En principio, pensando desde adentro de la casa plantea salir, traspasar el umbral de la puerta. Juego con esa idea de pasar a mundos distintos, de lo privado y lo público. Y también, por otro lado, hay muchas pinturas en el arte occidental que han representado a las mujeres detrás de una ventana, detrás de un umbral que no se puede traspasar. No es casual ni gratuita esa representación.

-¿Cómo se transforma esa representación?

-En el libro lo que hago es visibilizar a mujeres que han aportado conocimiento desde su experiencia diversa -no son todas arquitectas- a la construcción de casas y ciudades. Es sobre lo común que compartimos todos y todas. La selección está hecha en base a una interpretación mía, he seleccionado mujeres que no dejaron la mochila de ser mujer: esa experiencia de ocuparse por rol de ciertas cosas, de tener un cuerpo que implica ciertas cosas, de haber sido madre o no, de lo que significa ser mujer a la hora de hacer aportes. Muchas arquitectas, por ejemplo, dicen que son “arquitecto”. Yo no podría decir nunca eso. Pero se entiende porque la formación te hace creer que el conocimiento es neutral. Mi idea en el libro es sumar voces que vienen desde esta experiencia, transformadas en un conocimiento válido para aportar a la mejora de las viviendas y de las ciudades. Hay profesoras, investigadoras, mujeres que escribieron, que investigaron.

-¿Qué quiere decir aplicar la perspectiva de género en arquitectura?

-Es entender y analizar la realidad separando y viendo diferenciadamente qué hacen los hombres y qué hacen las mujeres. Y después, si quieres, por edades y por condiciones sociales, físicas, etc. Pero primero analizas en el espacio público -y todo: sueldos, horarios, trabajos, la movilidad- y empiezas a ver que hay una gran diferencia en la manera de usar el territorio. Por tanto, si tú no eres consciente de esa diferencia del territorio y actúas para una media, en realidad no estás actuando para nadie y es un problema.

-¿Hay ejemplos concretos de estas diferencias en el modo de usar la ciudad?

-En el País Vasco se había hecho un trabajo sobre seguridad en la ciudad y cómo se sentían. Había una estadística general del gobierno que decía que el 89% de los vascos se sentían “más tranquilos”. Cuando tú trabajabas por franja de edad y hombres y mujeres, resultaba que las mujeres de entre 15 y 29 años en un 80% se sentían intranquilas. Claro: si veías todas las franjas, no. ¿Y por qué pasaba esto? Porque las mujeres son las que están más en la calle y no porque se vayan de fiesta: andan en la calle, de noche y transporte público.

-¿Qué le aportamos las mujeres a las ciudades?

-El urbanismo se ha pensado tradicionalmente desde una mirada con conocimientos que se supone que son neutrales y universales, y eso no es así. Las mujeres y los hombres no tenemos las mismas experiencias. Y el urbanismo tradicional no ha mirado de manera transversal: si hablamos de edades, de clases o de otras identidades que van sumando ramificaciones al binomio mujer-hombre todavía menos. No hay una variedad. Lo que aportamos las mujeres es la revelación de que no existe ese ser humano universal, y que por tanto es importante tener en cuenta todas estas variables, también en su significado y en su sensación con el espacio público. En parte por los roles, en parte por los cuerpos, lo vivimos diferente.

-¿Hay lugares que ya sumaron esta mirada?

– Viena es la ciudad que más ha aplicado la perspectiva de género desde los años ’90. Una de las primeras cosas que se hizo fue el trabajo conjunto de una secretaría de la mujer con una dirección de urbanismo. Había que hacer unas 400 viviendas pensadas por mujeres y para mujeres, y la directora vio que siempre había equipos liderados por hombres, así que primero organizó un concurso para convocar mujeres.
Eran viviendas nuevas, parejas jóvenes, que podrían tener hijos, ese era el perfil mayoritario. Querían poder combinar la vida cotidiana y necesitaban que hubiera comercios, una guardería, un centro de asistencia médica primaria, etcétera. Pero resulta que la norma de Viena de edificación no permitía que donde se hacían viviendas sociales se pudieran hacer estos otros usos. ¿Qué pasó? Todas estas mujeres que concursaban dijeron que no podían responder a lo que les pedían porque significaba hacer una mezcla de usos que no estaba permitida. Finalmente lograron cambiar la normativa.

-¿Qué otros recursos aplicaron?

-Hubo criterios de vigilancia informal de los espacios: el espacio interior del conjunto es una calle peatonal, abierta, hay plazas. Todos esos espacios tiene vigilancia informal desde las casas: los edificios están dispuestos de tal manera que cada tantos espacios comunes hay habitaciones, salones y cocinas mirando. Siempre hay actividad interior en las casas dando a esos espacios. Eso es importante porque hay ojos. Además, la distribución interna de la vivienda está pensada de tal manera que pueda tener diferentes organización interior en función del momento de la familia. No es lo mismo cuando es una pareja, o una persona sola, que después si tienen hijos, o cuando son pequeños los hijos, cuando son más grandes. Hay una posibilidad de reorganizar el espacio interior con espacios igualitarios, sin jerarquía interior.

-A partir de esta forma de plantear las ciudades, ¿cómo elegís dónde y cómo vivir?

-Una de las complicaciones que tiene ser feminista o tener claro el concepto de género y las desigualdades es que toda tu vida tiene que ser replanteada y todo no lo puedes replantear. Estamos en una sociedad que es machista. Si pudiera elegir cómo vivir, me encantaría en sistemas que se llaman co-housing, que son viviendas compartidas de propiedad colectiva, donde tienes una vivienda más pequeña, pero compartes espacio de trabajo, de cocina. Me encantaría otro tipo de vida más comunitario. Pero está difícil. No me iría de Barcelona. No me veo en un lugar céntrico, me encanta ir al mercado, conocer a los puesteros y puesteras y charlar. Eso es parte de lo que yo quiero vivir y cómo intento hacerlo.

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