La participación de la construcción en la crisis climática de hoy es preocupante: entre la producción de los materiales, la ejecución y el funcionamiento de los edificios, el sector es uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, las poblaciones urbanas crecen a ritmos históricos y nos encontramos que en la fabricación de grandes ciudades, importantes consumidoras de energía, pareciera que reducir el impacto de la disciplina viene de la mano de pequeños intereses e iniciativas personales y no de grandes acciones del ámbito universitario, profesional o político.
La historia nos ha demostrado muchas técnicas de construcción y usos de materiales locales que han logrado ser sostenibles en el tiempo. El uso eficiente de recursos que no necesitan ser transformados por grandes etapas de procesamiento industrial y que eliminan la necesidad de largos traslados. En algunos casos, al final de su vida útil, hasta pueden ser devueltos al medio ambiente como el adobe y la madera.
Sin duda la tecnología y el conocimiento actual pueden ayudar a mejorarlos para que sean aplicables a las grandes ciudades. ¿Cuánto más podemos aprender de la arquitectura vernácula? ¿Es posible desarrollar proyectos de bajo impacto al medio ambiente y adecuarlos a los densos contextos urbanos? ¿Es este el futuro de las megaciudades o la estandarización del modelo será la única respuesta?